La conservación de los bienes culturales, entendida como método de trabajo y como un conjunto de técnicas y procedimientos, tiene como objetivo esencial, prolongar la vida de los bienes culturales.

La museología contemporánea, ha permitido replantear los conceptos e incorporar metodologías de trabajo eficaces para el manejo de las colecciones y su conservación con un nuevo ingrediente: la identificación y control de las amenazas o factores de deterioro que las ponen en riesgo. Estos conceptos han definido la necesidad de establecer en los museos un cambio de mentalidad[1] a partir de acciones de conservación preventiva, orientadas a asegurar la permanencia de una colección en el tiempo, reduciendo el impacto de los daños y/ o a aumentar su vida útil.

Desde hace algunas décadas, los museos a nivel mundial, han optado por una estrategia que sustituye actuaciones puntuales para la recuperación del patrimonio (llámese restauración), por una línea de acción prioritaria que es la Conservación Preventiva. Sin embargo en nuestro país, esta idea no ha cobrado la importancia de debería tener en nuestros museos, para restaurar menos y conservar mejor.

La conservación preventiva se ocupa de problemas complejos, sin embargo, permiten soluciones y garantizan la integridad de las colecciones -razón de ser de un museo- aplicando los medios posibles para mantener las características físicas, químicas, artísticas y/o estéticas de los objetos, teniendo como punto de partida el equilibrio ambiental de los espacios y el entorno que los contienen. Son medidas globales pero simples las que, al ser aplicadas correctamente evitan, controlan y reducen el deterioro de los bienes culturales. Implica prevención más no intervención. Abarca un gran número de obras a conservar mediante una serie de acciones que se llevan a cabo con el objetivo de minimizar el deterioro e impidiendo la pérdida del contenido informativo de ellas. La adopción de medidas y su práctica permanente, como la elaboración y revisión de la documentación, el manejo del ambiente (iluminación, humedad relativa, contaminación, control de plagas); almacenaje, manipulación, embalaje, transporte, seguridad, planes de emergencia, competencias legales, entre otros, constituirán una nueva metodología y estrategia institucional de trabajo para la preservación de los bienes culturales a largo plazo. La conservación preventiva, a diferencia de otras acciones de conservación, garantizará la sostenibilidad, la optimización de recursos y la accesibilidad, entendida ésta como “acercamiento de los bienes culturales a la sociedad, conceptos que inciden positivamente en la mejora del estado de conservación del patrimonio”. [2]

El modelo funcional de la conservación preventiva tiene diferentes niveles de actuación. Contribuye al desarrollo de una política de acción estructurada y transversal en la organización del museo o institución que alberga bienes culturales. No será responsabilidad única del conservador sino de todo el personal de la institución, desde el director al personal de limpieza, con la inclusión del público, que voluntaria o involuntariamente, contribuye al deterioro del patrimonio.

La conservación preventiva no debe entenderse como una disciplina aislada sino como una disciplina integrada cuyo objetivo será que todas las áreas y servicios del museo se integren de forma activa en la implementación de ella. [3]

[1] Guichen, Gaël,2005: http://comisionpreservacion.blogia.com/temas/conservacion-preventiva.php

[2] http://ipce.mcu.es/pdfs/ pnconservacion preventiva.pdf

[3] González Eva, 2013:35:http://es.calameo.com/books/0000753350fce73ca0250